Coronel de la Inteligencia Cubana Ivette García González—Impulsó la Red Avispa y la Trata de Médicos—Ahora en EE. UU. Solicitando Asilo
El FBI debería tomar un interés urgente en esta coronel de la inteligencia cubana, que ahora opera libremente en territorio estadounidense.
Mi activismo político se detonó en 1963 cuando la vecina que vivía al lado de mi familia me entregó un ejemplar del libro del senador Barry Goldwater Conscience of a Conservative, pero fue mi ferviente anticomunismo lo que terminó de cristalizarse con el segundo libro de Goldwater, Why Not Victory?. En él, el hombre que pronto sería el candidato republicano a la presidencia en 1964 definió la lucha épica entre el comunismo ateo y quienes querían vivir en libertad.
Mi conciencia sobre la verdadera naturaleza del régimen de Fidel Castro en Cuba surgió a partir de la historia de la familia de mi segunda esposa, Nydia Bertran de Espinosa Stone, quien había sufrido a manos de esa brutal dictadura.
Mi suegro, Joaquín Bertran, se desempeñaba como agregado militar en el Consulado de Cuba en Washington D. C. cuando cayó Fulgencio Batista. Como muchos tanto en Cuba como en los Estados Unidos, inicialmente juzgó mal a Fidel Castro, influido por la manera en que los medios estadounidenses lo retrataban como una especie de figura al estilo Robin Hood, a quien The New York Times incluso llegó a comparar con “Abraham Lincoln”.
El recién empoderado régimen castrista le ordenó a mi suegro regresar a La Habana para “discusiones sobre una reasignación”, pero canceló su viaje solo después de que un agente de la CIA golpeara a su puerta la noche anterior a su partida para advertirle que estaba en una lista de personas que serían eliminadas si regresaba a la isla.
Cuando desertó a los Estados Unidos, dejando atrás su casa, ahorros y pertenencias en Cuba, lo perdió todo. Debido a su inglés limitado, luchó por sobrevivir y mantener a su familia, trabajando sucesivamente como impresor, pintor de casas y vendedor de Fuller Brush. La repulsión que mis suegros sentían por el régimen de Castro hervía con una furia implacable. Ya siendo un anticomunista convencido, heredé de ellos mi profundo desprecio por Castro y por “los barbudos”. Mi oposición al régimen siempre ha sido tanto personal como política.
En semanas recientes he expuesto y señalado públicamente a los congresistas Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart —cuya oposición al régimen cubano parece, en gran medida, meramente retórica— por mirar hacia otro lado mientras una empresa contratista de defensa radicada en Florida hace negocios en el Puerto de Mariel bajo la supervisión directa de los militares cubanos. También he señalado el encubrimiento, por parte de Giménez, de las operaciones de la inteligencia cubana en la Universidad Internacional de la Florida, lo cual constituye una amenaza directa a la seguridad nacional y una traición moral a la comunidad cubana en el exilio.
Nacida en La Habana en 1965, Ivette García González construyó su carrera dentro del complejo diplomático/inteligencia del régimen cubano. Historiadora, escritora y doctora en Ciencias Históricas, fue profesora en la Universidad de La Habana y profesora titular en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (ISRI), así como en el Instituto de Historia de Cuba.
El denominado ISRI, institución académica con rango universitario, localizado en el municipio Plaza de la Revolución, fue concebido bajo el Ministerio de Relaciones Exteriors (MINREX) para formar diplomáticos cubanos, priorizando militantes del Partido Comunista, la Juventud Comunista y familiares de la nomenclatura dictatorial.
Durante la era socialista y del Pacto de Varsovia, la inteligencia cubana operaba con facilidad en varios países, pero tras el derrumbe del bloque soviético se limitó considerablemente su alcance mundial. Fue entonces cuando el régimen enfocó el ISRI como una cantera de futuros diplomáticos para reclutarlos legalmente como agentes de la inteligencia (G-2).
Estas personas, una vez graduadas como diplomáticos y reclutadas por la vía legal, además de operar actividad secreta bajo la fachada de Servicio Exterior en sus embajadas, sirven también a tales efectos, convirtiéndolas en agentes secretas dentro del propio MINREX y otros organismos de la administración central del Estado, donde cumplen misiones específicas y recolección de información. Este estilo de operar se mantiene aún hoy día.
De 2007 a 2011, García González se desempeñó como Primera Secretaria de la Embajada de Cuba en Portugal, representando a La Habana en actos públicos y actuando como defensora del régimen en el extranjero. Una de sus misiones más visibles fue abanderar la defensa de los llamados “Cinco Héroes,” miembros de la Red Avispa.

García González también ha sido una de las principales ejecutoras de las llamadas “misiones médicas” de Cuba —programas promocionados internacionalmente como humanitarios, pero que en la práctica funcionan como esquemas de trabajo forzoso patrocinados por el Estado y con el fin de promover operaciones de inteligencia encubiertas.
Su currículum académico y diplomático incluye colaboraciones con universidades de toda América Latina (México, Nicaragua, Costa Rica, Brasil, Argentina, Chile y Perú); la autoría de propaganda del régimen como La Habana: Tiempos de conflicto (publicado por Verde Olivo, la editorial oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba); y la participación activa en supuestas asociaciones “profesionales” como la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU) y la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA).

LASA ha funcionado durante mucho tiempo como una plataforma para los órganos de la inteligencia cubana: albergando a operativos del régimen, organizando eventos de solidaridad para los “Cinco Cubanos” y la Red Avispa, e incluso honrando a espías cubanos expulsados que operaban bajo cobertura diplomática. La asociación ha sido completamente penetrada por académicos e infiltrados alineados con el castrismo. En múltiples ocasiones, el propio Departamento de Estado de los Estados Unidos ha denegado visas a “académicos” cubanos por considerar que su presencia sería perjudicial para los intereses nacionales. En resumen, LASA se ha convertido en un terreno fértil para los servicios de inteligencia de La Habana: un foro diseñado para detectar, cultivar y finalmente reclutar agentes de diverso perfil.
En septiembre de 2008, mientras se desempeñaba como Primera Secretaria de la Embajada de Cuba en Portugal, Ivette García González presentó una ponencia de glorificación titulada “El espíritu del Che Guevara en la Revolución del Siglo XXI” en la Câmara Municipal de Palmela (Ayuntamiento de Palmela, Portugal). El evento conmemoraba a Che Guevara, un terrorista argentino responsable de la masacre de miles de cubanos que se opusieron al comunismo.
Ivette García González no es la “académica e intelectual independiente” que afirma ser, sino que actúa bajo la leyenda diplomática del régimen cubano, una adoctrinadora comunista y una Coronel de inteligencia.
EJECUTORA DE LA MAQUINARIA DE TRATA DE MÉDICOS DEL ESTADO, DEL PARTIDO Y DE LA INTELIGENCIA CUBANA
Mientras se desempeñaba como Primera Secretaria de la Embajada de Cuba en Portugal, Ivette García González no fue simplemente una agregada cultural o enviada académica. Se convirtió en participante activa de uno de los negocios más lucrativos y abusivos de La Habana: la exportación de médicos cubanos bajo lo que el régimen llama misiones médicas. Presentadas mundialmente como gestos humanitarios, en realidad estas misiones son esquemas de trabajo forzoso orquestados por la inteligencia cubana, donde médicos genuinos son enviados junto a oficiales de inteligencia entrenados que se hacen pasar por profesionales de la salud.
A lo largo de las décadas, Cuba ha enviado decenas de miles de estas “brigadas” a más de sesenta países, incluyendo Venezuela, Brasil, México, Indonesia, Pakistán, Perú, Haití, Sri Lanka, Guyana, Argelia, Bolivia, Chile, Guatemala, Nicaragua, Irán, Jamaica, Ecuador, Argentina, Liberia, Guinea Ecuatorial y Sierra Leona. Cada misión ha sido vendida a los gobiernos anfitriones como un acto de solidaridad, pero en la práctica funcionan como mecanismos de control político, espionaje y flujo de divisas para la dictadura.
Los testimonios de quienes sirvieron bajo la supervisión de García González en Portugal —y en otros países donde La Habana desplegó sus brigadas médicas— revelan la realidad. Los médicos rara vez recibieron más que una fracción de los salarios que se pagaban por sus servicios. El Estado cubano se apoderaba de la gran mayoría, entregando solo una mínima parte a los profesionales en el terreno. Muchos recibieron tan poco que sus ingresos en el extranjero no superaban lo que ganaban en La Habana.
Para garantizar la obediencia, las autoridades cubanas confiscaban los pasaportes al salir del país, despojando a los médicos de su libertad de viajar y haciendo casi imposible la deserción. La vigilancia y el adoctrinamiento ideológico los acompañaban de manera constante, y el régimen dejaba claro que sus familias en Cuba serían castigadas ante cualquier señal de deslealtad.
El Departamento de Estado de Estados Unidos y Human Rights Watch han clasificado estas prácticas como una forma de trata de personas y esclavitud moderna. Incluso las Naciones Unidas —tan a menudo un escudo para dictadores— se han visto obligadas a reconocer estos abusos.
La combinación de salarios confiscados, restricción de movimientos y coerción política produjo un sistema diseñado no para sanar, sino para controlar y explotar. En este marco, el papel de García González no fue el de una diplomática distante, sino el de una ejecutora —legitimando y expandiendo el aparato que transformó a los médicos cubanos en instrumentos de lucro y recolección de información de inteligencia, tal como lo documentó el Sindicato Independiente de Médicos de Portugal y lo publicó el British Medical Journal.
Cabe destacar que el exesposo de García González, el oficial de contrainteligencia militar (CIM) cubano Leonardo Angulo Carmenate, se desempeñó como supuesto “agregado diplomático” de asuntos administrativos en la Embajada de Cuba en Portugal. Para quienes no conocen la inteligencia cubana, tales cargos en embajadas están reservados exclusivamente para personal de inteligencia. La propia García González identifica a Angulo Carmenate como oficial de la Contrainteligencia Militar (CIM) en su libro La Habana: tiempo de conflictos, publicado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.
Esta admisión refuerza aún más los vínculos y el protagonismo de García González dentro del aparato represivo cubano (así como que ella personalmente ha anunciado la presencia de los aparatos de seguridad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en las embajadas cubanas en el exterior). También está bien establecido que la inteligencia cubana, como muchos otros servicios especiales en el mundo, suele desplegar dúos de esposo y esposa que trabajan conjuntamente en diversas operaciones.
Es sumamente revelador que durante su gestión como Primera Secretaria de la Embajada de Cuba en Portugal, García González fue elegida para reemplazar al embajador Eduardo Carlos González Lerner en debates sensibles. Esto subraya no solo su rango elevado dentro de la llamada estructura “diplomática” del régimen, sino también la profunda confianza que éste depositaba en ella para manejar asuntos políticamente delicados en el extranjero. Portugal, como miembro tanto de la OTAN como de la Unión Europea, representa un puesto estratégicamente importante, lo que hace aún más significativo el haber otorgado tal poder a García González. Este nombramiento señala tanto su influencia dentro del aparato de política exterior e inteligencia de Cuba, denotando una trayectoria que figura como seleccionada a dedo para resguardar los intereses de La Habana.
LA ARQUITECTA DE LA ADOCTRINACIÓN DEL RÉGIMEN CUBANO: LA RED GLOBAL DE IVETTE GARCÍA GONZÁLEZ
UNEAC:
Es importante señalar que el 17 de enero de 2019, Ivette García González fue designada Presidenta de la Sección de Ensayo Histórico y Social de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), una organización presentada públicamente como una organización nacional de escritores y artistas, pero desde hace tiempo reconocida como parte del aparato “cultural” del régimen y como instrumento de propaganda estatal y operaciones de influencia de la inteligencia, diseñado para controlar los espacios intelectuales y difuminar la línea entre la producción académica y la injerencia encubierta. Al mismo tiempo, Abel Enrique González Santamaría fue colocado como Vicepresidente, y Carlos Alzugaray Treto—un diplomático de carrera del régimen y agente de la inteligencia cubana—como Secretario.

¿Qué revela exactamente esto?
Abel Enrique González Santamaría, Coronel del Ministerio del Interior (MININT) —una de las instituciones de inteligencia más poderosas del régimen— es ampliamente reconocido como la mano derecha de Alejandro Castro Espín, su número dos dentro del complejo de inteligencia y contrainteligencia de Cuba, y ex Asesor Adjunto de la ya desaparecida Comisión de Defensa y Seguridad Nacional, un órgano de supervisión que incluso estaba por encima de la Contraloría General de la República.
Alejandro Castro Espín —conocido como “El Tuerto”, un apodo derivado de una lesión ocular sufrida durante un ejercicio militar en Angola— es hijo del dictador Raúl Castro y es quien ejerce el dominio sobre toda la estructura de Seguridad Nacional (inteligencia, contrainteligencia y Fuerzas Armadas, conocidas como MINFAR), funciones que en la actividad operativa diaria se coordinan entre las mismas; ya que el régimen —para lograr un enmascaramiento en función de fachadas— procura no dejar claro realmente cuando se esta bajo el control de una operación de inteligencia o de contrainteligencia. Dado que a partir de las amplias prerrogativas de Castro Espín, se puede con toda libertad utilizar una actividad u otra, o ambas inclusive, abarcando incluso a organismos del Estado y, en ocasiones, dentro del propio partido.
Aunque Castro Espín —formal y públicamente— es asociado como el zar de la policía política (G2), su alcance va mucho más allá; abarcando la coordinación general del universo respecto al trabajo secreto. Lo más crítico y que le genera un poder añadido, es que el mismo ha servido como puente entre el aparato de la Seguridad del Estado y el círculo político más íntimo de la familia Castro —asegurando el control absoluto del régimen sobre la base de la represión, influencia política y de una “oposición” controlada.

Que Ivette García González haya sido escogida por la inteligencia cubana y el Estado como Presidenta de la Sección de Ensayo Histórico y Social de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) —una fachada de inteligencia disfrazada en la actualidad de institución cultural— por encima de Abel Enrique González Santamaría, ampliamente reconocido como la mano derecha de Alejandro Castro Espín, resulta excepcionalmente significativo y nos brinda con toda claridad el surgimiento de un nuevo escenario operativo de la inteligencia cubana.
Que Ivette García González haya sido escogida por la inteligencia cubana y el Estado como Presidenta de la Sección de Ensayo Histórico y Social de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) —una fachada de inteligencia disfrazada en la actualidad de institución cultural— por encima de Abel Enrique González Santamaría, ampliamente reconocido como la mano derecha de Alejandro Castro Espín, resulta excepcionalmente significativo y nos brinda con toda claridad el surgimiento de un nuevo escenario operativo de la inteligencia cubana.
Este posicionamiento paradójico expone reveladoramente los niveles de mando y una nueva estrategia de la inteligencia cubana —a través de la Coronel DGI Ivette Garcia Gonzalez— así como el enfoque de ella con respecto a las tácticas, mal utilizando para ello a la intelectualidad cubana en función de tal estrategia.
Todo esto nos devela que tan comprometida está realmente García González—esta supuesta profesora, que en realidad es un alto represor y oficial superior de la inteligencia cubana (institución radicada en la calle Linea y A del municipio Plaza de la Revolución), que ostenta un grado militar de Coronel, que en todos los casos tiene que ser previamente aprobado por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Obviamente, la magnitud de Garcia Gonzalez y sus conductas eminentemente operativas—en materia de espionaje contra los círculos intelectuales de los Estados Unidos y de agrupaciones de personas que residiendo en EE.UU. realizan un trabajo de Quinta Columna—no pueden ser minimizadas.
Ivette García González, Abel Enrique González Santamaría y Carlos Alzugaray Treto operaron dentro del ya referido Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (ISRI), una institución proyectada para la formación y posible reclutamiento del personal diplomático cubano.
Universidad Internacional de la Florida (FIU):
Ivette García González participó activamente en la Decimotercera Conferencia sobre Estudios Cubanos y Cubanoamericanos, organizada por el Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI) de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Steven J. Green de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), celebrada de manera virtual a través de Zoom entre el 2 y el 4 de febrero de 2022. Lejos de ser un encuentro académico neutral, la conferencia funcionó como un foro alineado con el régimen—amplificando voces y narrativas al servicio de los intereses de La Habana.
En el Panel 7, García González presentó su ponencia, “¿Reformar o Transformar? Corrientes de pensamiento y opciones políticas en medio de la crisis actual de Cuba”, en representación del Instituto de Historia de Cuba —una institución firmemente controlada por la inteligencia cubana.
El evento reunió a un conjunto de destacados “académicos” —muchos de ellos ampliamente considerados agentes académicos al servicio del régimen de La Habana— incluyendo a Carmelo Mesa-Lago, Eliana Rivero, Silvia Pedraza, Susan Eckstein, Isabel Álvarez Borland, Andrea O’Reilly Herrera, Guillermo Grenier, María de los Ángeles Torres, Margalit Bejarano, Dagoberto Valdés, Manuel Cuesta Morúa, Omar Everleny Pérez Villanueva, Pavel Vidal, Ted Henken, Coco Fusco, Tania Bruguera, Lillian Guerra, Cecilia Rodríguez Milanés y Armando Chaguaceda, entre otros. En la práctica, este evento organizado por FIU proporcionó cobertura y legitimidad a figuras vinculadas al régimen para moldear narrativas dentro de los círculos académicos y políticos de Estados Unidos.
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CASA-CUBA:
Más allá de Portugal, Ivette García González ha desempeñado un papel clave en la exportación del castrismo a través de América Latina. Ha sido coordinadora de programas de adoctrinamiento e intercambio, incluyendo CASA-CUBA, diseñado para llevar a jóvenes estadounidenses a Cuba bajo el disfraz de intercambios académicos. Estos programas, lejos de ser un diálogo cultural, funcionan como canales de influencia, adoctrinamiento y reclutamiento a favor de la inteligencia cubana.

ARCHIPIÉLAGO:
Tras las protestas nacionales del 11 de julio de 2021 en Cuba —cuando miles salieron a las calles en todo el país— Ivette García González se reposicionó como una intelectual “crítica” operando en espacios adyacentes a la oposición. Se unió a Archipiélago —un grupo “opositor” en línea, efímero y tolerado por el régimen, que funcionaba como válvula de escape controlada para la disidencia. Dentro de él, se desempeñó como miembro y moderadora, llegando después a presidir la Comisión para la representación internacional del grupo (2021) y posteriormente a encabezar la Comisión Independiente de Apoyo a los Manifestantes del 15N —un movimiento que convocó a protestas nacionales para el 15 de noviembre de 2021.
Estas actividades cultivaron la apariencia de un perfil opositor, aun cuando su trayectoria permanecía atada a estructuras sancionadas por el régimen.
La realidad es que Archipiélago fue una operación de la inteligencia cubana diseñada y creada para sofocar el impulso de base y redirigir la disidencia genuina hacia canales que el régimen pudiera conocer el tipo de actividad, prevenirla operativamente e imponer el corte operativo cuando lo consideraran conveniente.
CUBA PRÓXIMA Y CUBA EN FAMILIA:
En paralelo, Ivette García González se incorporó a la junta directiva del think tank —de inteligencia cubana— llamado Cuba Próxima, desempeñándose como una de sus ideólogas, y coordinó Cuba En Familia —una plataforma presentada como un puente entre exiliados cubanos y las familias de presos políticos en la isla, pero que en la práctica fue utilizada para censar, catalogar y organizar a esos familiares bajo el disfraz de “asistencia”.
(Para los que desconocen, un “think tank” es una fábrica de propaganda disfrazada de institución académica, creada para justificar ideologías o agendas políticas preestablecidas.)
Más allá de su función de vigilancia, Cuba En Familia también operó como un mecanismo de control financiero, donde los exiliados eran incentivados a “adoptar” a un preso político o a su familia para enviarles dinero —un flujo de efectivo que siempre quedaba bajo la estricta supervisión de los órganos de inteligencia. Detrás de la fachada de “asistencia humanitaria”, se trataba de un programa clásico de la inteligencia cubana para controlar tanto a los exiliados como a los familiares en la isla, así como la obtención de divisas.
DE CORONEL DE LA INTELIGENCIA A DISIDENTE FABRICADA Y JEFA IDEOLÓGICA DE LA “OPOSICIÓN” CONTROLADA
En el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (ISRI), los libros de texto de Ivette García González permanecen disponibles, no solo preservados sino asignados como lectura obligatoria para los “estudios de carrera diplomática”. En un país notorio por borrar todo rastro incómodo, la decisión del régimen de mantener sus obras en circulación subraya su vigencia y posición perdurable dentro del aparato.
Hoy, García González busca reinventarse como una voz “disidente”, participando en plataformas como Cuba Próxima (un think tank de la inteligencia cubana) y presidiendo iniciativas como Cuba En Familia (un objetivo de trabajo de la inteligencia cubana, con cobertura publica de proyecto humanitario). Pero su verdadero historial cuenta otra historia: una traficante de médicos, promotora de la esclavitud moderna, apologista de espías convictos responsables de la muerte de civiles estadounidenses, adoctrinadora comunista de jóvenes extranjeros, ejecutora de la maquinaria propagandística de La Habana y Coronel de la inteligencia cubana.
Lejos de retirarse, se ha incrustado en la sociedad civil y en círculos académicos, adhiriendo recientemente su nombre a organizaciones como el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), una ONG y think tank con sede en Argentina. En la práctica, CADAL se ha convertido en su plataforma internacional de legitimación, un espacio desde el cual García González se proyecta como intelectual e incluso como figura de “oposición”, a pesar de su trayectoria como operadora del régimen.
LA JOVEN CUBA:
Ivette García González también funge como coordinadora de proyectos de La Joven Cuba, donde contribuye como escritora a la vez que supervisa la dirección del proyecto.
Llama la atención que el primer logo de La Joven Cuba fue diseñado por el espía cubano Gerardo Hernández Nordelo —uno de los infames “Cinco Héroes”, la red de espionaje de la que hablamos antes— condenado en Estados Unidos por espionaje, conspiración para cometer asesinato y por haber suministrado información que llevó al derribo de los aviones civiles de Hermanos al Rescate. Tras su liberación y regreso a La Habana, Hernández Nordelo fue premiado con un alto cargo como coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la red de vigilancia masiva doméstica del régimen. Que La Joven Cuba adoptara con orgullo su diseño no es casualidad, sino un claro marcador de la alineación del proyecto con la maquinaria de inteligencia y propaganda ideológica del régimen.
Antes de mudarse a Estados Unidos en 2017, el actual director de La Joven Cuba, Harold Cárdenas Lema, dirigió la sección de opinión (“blogs”) de El Toque —otro medio digital en Cuba que se presenta como independiente pero que en la práctica opera dentro de los límites estratégicamente tolerados por el régimen. Cárdenas Lema ocupó este cargo durante varios años y, en ese tiempo, mantuvo una amistad larga y estrecha con su director, José Jasán Nieves, quien es un vínculo de la inteligencia cubana.


Tanto La Joven Cuba como El Toque se convirtieron en algunos de los defensores más férreos de la introducción de la ideología de género por parte del régimen cubano en la Constitución de 2019 y en el Código de las Familias de 2022 —una ley presentada como “progresista” pero diseñada en la práctica para afianzar el control estatal sobre la vida familiar y social. Al mismo tiempo, como gran parte de los llamados medios “independientes”, vilipendiaron al movimiento evangélico, que había protagonizado la mayor movilización cívica contra políticas estatales en la historia reciente de Cuba.
Uno de los colaboradores de ambos medios (La Joven Cuba y El Toque), Miguel Alejandro Hayes Martínez, incluso llegó a justificar “el trabajo de los órganos de la Seguridad del Estado” contra periodistas cubanos cuyos proyectos recibían financiamiento federal estadounidense—hasta que más tarde se incorporó él mismo a uno: Martí Noticias.


Hoy, La Joven Cuba está bajo un fuerte escrutinio debido a sus documentados vínculos con el régimen de La Habana. El periodista Mario J. Pentón denunció la plataforma como un vocero del régimen en una publicación en Facebook, señalando una entrevista guionizada diseñada para legitimar a la dictadura cubana.
La excolaboradora Laura Vargas también salió públicamente a denunciar que la Seguridad del Estado permitió deliberadamente que La Joven Cuba publicara mensajes que parecían no estar autorizados —incluso críticas abiertas al régimen— precisamente para reforzar su imagen de “independiente”. Estas críticas, sin embargo, estaban cuidadosamente limitadas; se enfocaban en objetivos seguros y aprobados por el régimen, como la ineficiencia burocrática, la corrupción de bajo nivel o la mala gestión de políticas, pero nunca tocaban al Partido Comunista de Cuba, a los principales líderes comunistas, las Fuerzas Armadas, ni los servicios de inteligencia.
En realidad, esta tolerancia fue calculada. Al permitir una dosis controlada de disidencia, el régimen fortaleció la fachada de independencia de La Joven Cuba, asegurando al mismo tiempo que el medio digital permaneciera firmemente bajo su control.
Tomados en conjunto, La Joven Cuba y El Toque ilustran cómo La Habana ha perfeccionado el modelo de la oposición controlada y la influencia encubierta. Mercadeados en el extranjero como plataformas de medios “independientes”, en la práctica funcionan como extensiones de la inteligencia cubana, calibradas cuidadosamente para servir a los intereses estratégicos del régimen.
A través de estos medios, La Habana ha logrado infiltrar círculos académicos y de formulación de políticas en Estados Unidos y América Latina, moldear narrativas internacionales a su favor, deslegitimar a la oposición genuina de base y reconvertir la disidencia en formas sanitizadas que el régimen puede monitorear y manipular.
Al mantener la fachada de una diversidad de pensamiento mientras garantizan la lealtad a las líneas rojas de la dictadura —e incluso al usar símbolos creados por espías convictos que hoy son premiados con altos cargos dentro del aparato de vigilancia cubano— La Joven Cuba y El Toque funcionan como pilares gemelos de la máquina moderna de propaganda del régimen: una estrategia dual de persuasión y control, diseñada no para informar, sino para contener.
AHORA EN EE. UU. —SOLICITANDO ASILO
Desde principios de 2023, Ivette García González reside en Estados Unidos, donde solicita asilo y pasa una parte considerable de su tiempo en Nuevo México y Texas.
Las preguntas son in
¿Cómo es posible que Ivette García González —traficante de médicos, promotora de la esclavitud moderna, apologista de espías convictos responsables de la muerte de civiles estadounidenses, adoctrinadora comunista de jóvenes extranjeros, ejecutora de la maquinaria propagandística de La Habana, diplomática del régimen incrustada en el ISRI, y Coronel de la inteligencia cubana— haya recibido entrada y legitimidad en Estados Unidos?
¿Por qué Ivette García González no fue vetada por el gobierno de Estados Unidos? O más bien: ¿por qué fue admitida después de haber sido plenamente revisada?
¿Quién autorizó la visa de Ivette García González?
¿Realmente se cree que el Departamento de Estado bajo Biden —que en última instancia aprobó la visa de Ivette García González— pensó que se trataba simplemente de una “académica” inofensiva? ¿O más bien: por qué autorizaron conscientemente su misión para La Habana bajo la cobertura del Center for Democracy in the Americas (CEDA) o la Washington Office on Latin America (WOLA), dos frentes pro-régimen de larga data en Washington?
¿Qué papel desempeñó Emily Mendrala —exdirectora ejecutiva de CEDA, exsubsecretaria adjunta de Estado en la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental (donde cubría Cuba y migración regional), exasistente adjunta del presidente y asesora principal sobre migración en la Casa Blanca, y estrecha aliada del exsecretario de Estado Anthony Blinken— en facilitar la entrada de Ivette García González a Estados Unidos?

¿Qué papel desempeñó María José Espinosa Carrillo —directora ejecutiva de CEDA en el momento de la entrada de Ivette García González a Estados Unidos, quien durante su gestión encabezó los esfuerzos para promover políticas estadounidenses de acercamiento con Cuba, incluyendo más de veinte delegaciones bipartidistas del Congreso a la isla— en facilitar el ingreso de García González a territorio estadounidense?
¿Por qué Ivette García González no ha sido denunciada, investigada o deportada por las autoridades de Estados Unidos?
¿Por qué persiste el silencio en torno a Ivette García González entre funcionarios electos de EE. UU., muchos de ellos cubanoamericanos, que se presentan como campeones de una Cuba libre? ¿Por qué los congresistas Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Giménez han optado por callar?
La respuesta es evidente si se considera el historial del congresista Giménez de encubrir la infiltración de la inteligencia cubana en la Universidad Internacional de Florida (FIU) en Miami, así como de proteger a Crowley —un contratista del Departamento de Defensa que opera bajo la supervisión militar cubana y que ha financiado la carrera política del Rep. Mario Díaz-Balart. Ambos congresistas se llenan la boca hablando y prometiendo, pero mienten constantemente sobre sus acciones y miran hacia otro lado.
¿Por qué Coco Fariñas—quien aún vive en Cuba y es considerado un luchador por la libertad perseguido políticamente—ha admitido abiertamente en un X Space (antes Twitter) este año que Ivette García González es una “oficial de inteligencia graduada,” afirmando además que el Rep. Mario Díaz-Balart y la Rep. María Elvira Salazar han estado al tanto de la amenaza a la seguridad nacional que supone su penetración en Estados Unidos?
¿Por qué persiste el silencio sobre Ivette García González incluso entre los llamados “líderes opositores,” como Rosa María Payá (Cuba Decide) —irónicamente nominada por Estados Unidos y elegida como comisionada en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cargo que actualmente ocupa— y Orlando Gutiérrez-Boronat, este último vinculado al ya mencionado think tank de inteligencia cubana Cuba Próxima, en cuya junta directiva participa García González?

¿Por qué los medios “independientes” cubanos en Miami —en particular aquellos que dicen luchar contra el régimen— evitan, de manera uniforme, mencionar a Ivette García González? ¿Por qué se les prohíbe exponer a esta coronel de la inteligencia cubana, que ahora opera libremente en territorio estadounidense?
¿Qué otros proyectos de inteligencia está desarrollando y ejecutando actualmente Ivette García González que, de no detenerse, podrían poner en un peligro aún mayor la seguridad nacional de Estados Unidos?
La Dirección General de Inteligencia (DGI) de Cuba, al igual que otros servicios de inteligencia en el mundo a través de sus actividades de Juegos Operativos, ha recurrido durante décadas a la práctica de reconfigurar constantemente a sus Agentes Secretos (A/S) y Vínculos legales —como es el caso de Ivette García González—, presentándolos como “disidentes” con el fin de infiltrar y controlar las redes de oposición.
Al ubicar a García González en posiciones de liderazgo dentro de grupos de “oposición” controlada como Archipiélago, La Joven Cuba, Cuba Próxima y CADAL, el régimen logra canalizar el descontento hacia corrientes moderadas y no revolucionarias que llaman al diálogo y la reforma, pero que jamás ponen en riesgo el poder absoluto del Partido Comunista de Cuba.
Esta táctica se apoya en precedentes históricos como la Red Avispa, permitiéndole a García González recolectar inteligencia humana (HUMINT) sobre disidentes genuinos, sus fuentes de financiamiento —incluyendo dinero federal estadounidense— y sus alianzas. Su intento de cambio de imagen, va mucho más allá de la propaganda: habilita tareas muy activas de espionaje, como vigilar y accionar Enfrentamiento contra comunidades en el exilio, desacreditar e intentar desmoralizar a críticos de línea dura contra el régimen cubano, e influir en debates de política desde foros internacionales para diluir los esfuerzos anticastristas.
Además, la integración de García González en centros de convergencia entre inteligencia cubana y academias, amplifica su utilidad para brindar cobertura operativa sobre influencias a largo plazo, permitiéndole acceder a legisladores estadounidenses, think tanks como WOLA y redes del exilio bajo la agresiva fachada operativa de una “académica disidente” que solicita asilo.
La misión de García González incluye recolectar inteligencia sensible sobre las estrategias de la política exterior de los Estados Unidos hacia Cuba y América Latina (sin dejar de tener en cuenta los lógicos Vínculos de esta Coronel cubana con personal del trabajo secreto en los antiguos países socialistas, que en la actualidad no son precisamente amigos de los EE. UU.), la dinámica de la comunidad del exilio cubano en Miami y la postura de seguridad nacional en general, así como reclutar simpatizantes sociales e ideológicos y difundir Desinformación Operativa favorable al régimen de La Habana.
El patrón resulta inquietantemente similar al caso de Carlos y Elsa Álvarez (2007), una pareja de académicos de Florida condenados por espiar para Cuba, debido a que ambos se basificaban en la Universidad Internacional de Florida (FIU), a los efectos de desarrollar Actividad Enemiga en contra de la seguridad de los Estados Unidos. El modus operandi de esta pareja no difiere en absoluto de los actuales patrones de Actividad Enemiga de la Coronel García González, que, de hecho, ha estado evidenciando un nivel mucho mayor de agresividad operativa.
Bajo la fachada de sus actividades profesionales y académicas, Carlos y Elsa Álvarez transmitieron en secreto información a La Habana sobre grupos del exilio cubano, debates de política estadounidense y actitudes políticas —exactamente el tipo de operaciones de cobertura que Ivette García González desarrolla ahora. Como ellos, García González opera dentro de la sociedad civil y en altos círculos académicos de los EE. UU., donde su operatividad como “intelectual” le brinda acceso y una formidable fachada en contra de los servicios de contrainteligencia estadounidenses. Estas actividades no son simples maniobras políticas, sino crímenes de Actividad Enemiga, procesables de acuerdo a la ley de EE.UU.: actuar como agente extranjero no registrado, comunicar a La Habana y a sus oficiales por la vía secreta Información Oportuna sensible, ejecutar operaciones de influencia operativa en programas financiados con fondos federales y socavar la seguridad nacional de estadounidenses.
La Dirección General de Inteligencia cubana, depende de esta sofisticada estrategia de Juegos Operativos para con sus Vínculos como planes inmediatos y/o a largo plazo —utilizando la profunda trayectoria que García González posee dentro del Estado cubano, para garantizar obediencia absoluta, mientras el Estado cubano la presenta a ella ante terceros como una “académica” o “disidente”. Esta doble fachada le otorga a La Habana una negación plausible, permitiéndole ejecutar operaciones ideológicas de alto impacto que preservan a la dictadura y fracturan a la oposición genuina.
Dada la gravedad del historial de Ivette García González, su presencia en Estados Unidos no es solo preocupante; constituye una amenaza directa a la seguridad nacional. El FBI debería tomar un interés urgente en este caso. García González no debe ser permitida a blanquear su pasado bajo la leyenda de la “sociedad civil” en Estados Unidos y el resto del mundo. Debe ser investigada, expuesta y —si las pruebas confirman lo que ya muestran los testimonios de médicos cubanos y portugueses, investigaciones de periodistas europeos y su propio historial— procesada con todo el peso de la ley.
















